En el fondo de un espiral marino

jueves, julio 01, 2004

Luna Lunera, cascabelera...

Hoy en la madrugada mientras veia la luna me preguntaba, sería hoy luna llena o en realidad es mañana, entonces recurrí al fiel calendario y me puse también a buscar el ciclo completo, cosa que nunca había hecho...

También me llamó mucho la atención el parecido entre la leyenda de la liebre y la luna de la mitología china y la prehispanica que muchos conocemos por los libros de texto de la primaria... chequen el dato... es impresionante como el hombre crea historias para darle sentido a las cosas y continuar en busqueda de respuestas.

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La Liebre y la Luna

Para la mitología la china, la luna era la morada de la Liebre Lunar. En el principio de los tiempos, el arquero I mató a nueve de los diez soles que querían quemar el mundo, y en premio recibió el elixir de la inmortalidad. Pero su esposa, Ch’ang-o, se bebió el elixir, y el arquero la persiguió para matarla hasta que la Liebre Lunar la cobijó junto a sí en la Luna, e hizo desistir al arquero de su empeño. La diosa vive desde entonces en la Luna en compañía de la Liebre, y en su honor se celebra una fiesta en la luna llena que sigue al equinoccio de otoño, una fiesta en la que sólo participan mujeres y niños, y en la que se regalan figuritas con forma de conejos y de liebres.

El conejo de la luna

Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo en figura de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.

-¿Qué estás comiendo?, - le preguntó.
-Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?

-Gracias, pero yo no como zacate.
-¿Qué vas a hacer entonces?

-Morirme tal vez de hambre y de sed.
El conejito se acercó a Quetzalcóatl y le dijo;

-Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.
Entonces el dios acarició al conejito y le dijo:

-Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti.
Y lo levantó alto, muy alto, hasta la luna, donde quedó estampada la figura del conejo.
Después el dios lo bajó a la tierra y le dijo:

-Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos.